Por Daniela Herrera Cedillos
Hombre construido a partir de sus multifases, aquellas que componen la mirada universal que lo llevó a ser el misionero itinerante -como él se define- nominado para el Premio Nobel de la Paz 2017. Mirada que vio el hecho de que un pájaro se posara en su hombro, una mañana en camino a la Facultad de Arquitectura de la UNAM, como una señal para ordenarse como sacerdote; un sacerdote progresista.
Cansado de estar tras un altar, predicando un evangelio que no se adapta al mundo terrenal, Solalinde decidió dar un vuelco y reorientar su vida para entregarse de lleno a las personas migrantes. No solo abrió, en Ixtepec, Oaxaca, el albergue Hermano en el Camino, sino que, sin pelos en la lengua, Solalinde ha denunciado como muy pocos se han atrevido hacerlo: a las autoridades, políticos mexicanos y grupos delictivos que se aprovechan de la situación de estas personas.
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“Eran como las ocho de la noche y estaba en la estación de tren de Ixtepec. El ferrocarril de carga se preparaba para su siguiente destino: Medias Aguas, Veracruz. El Padre Solalinde andaba entre los vagones despidiendo a cada uno de los muchachos con una bendición”, escribe el documentalista Pedro Ultreras mientras cuenta lo sorprendido que estaba al ver a Solalinde tan preocupado por cada uno de aquellos desconocidos, “como si fueran sus propios hijos”.
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Pablo Hernández Peralta, colaborador y gran amigo de Solalinde, está en un departamento del cual se desconoce su ubicación por ser uno de los tantos defensores de personas migrantes amenazados de muerte por su labor. Sobre su monitor hay una fotografía en blanco y negro: “es de un compañero migrante haitiano cargando una cruz durante el viacrucis en el albergue, atrás de él hay un letrero exigiendo por los derechos de los migrantes”.
“Lo vi llegando con una diligente enjundia que acaparó la mirada de todos y ahí decidí que quería poner todos mis esfuerzos con él”, dice Pablo al referirse a la primera vez que se conocieron en Ixtepec, Oaxaca. “Es un verdadero revolucionario que ha dejado sus comodidades
“Una vez lo acompañé a Italia a un encuentro sobre migración en el parlamento . Diputados y senadores elogiaban sus logros en México y ofrecían su apoyo. A lo que él les respondía: ‘Si en verdad desean apoyarlos, comiencen por hacerlo con sus propios migrantes, ya que tan solo en Peruzza hay miles tocando a sus puertas solicitando ayuda’ ”.
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Al igual que Pablo, Doña Vicenta decidió acompañar a Solalinde en su lucha. Su labor es cocinar las verduras que llegan cada fin de semana del mercado de Juchitán, para así alimentar a aquellos que deciden descansar en el albergue. Vicenta cuenta con mucho cariño lo que el padre ha hecho por ella al dejarla hospedarse indefinidamente en lo que ella llama su hogar. Pero no todas las mujeres del albergue sienten el mismo apego. Las hermanas de la congregación Ángel de la Guarda, que cuidan del albergue, se enfrentan a diario con las incongruencias de un hombre que se presenta como aliado feminista.
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Revoloteaban los mosquitos, estrellándose en la malla que caía alrededor del colchón. Objeto que venía en un paquete de la Secretaría de Salud de Oaxaca, como parte de las acciones y estrategias de prevención para controlar y erradicar la proliferación de mosquitos causantes del dengue, zika, chikungunya y fiebre amarilla. Dicha estrategia se implementó durante el verano de 2018, periodo donde tuve mi primer contacto con el Padre Alejandro Solalinde.
Era una madrugada calurosa. Apenas había puesto la cabeza en la almohada cuando alguien tocó a mi puerta. “Te busca el Padre Solalinde, está al teléfono”, me dijo una de las hermanas de la congregación Ángel de la Guarda. Sorprendida por quien me esperaba del otro lado de la llamada, atendí el teléfono. Una voz imperiosa y áspera me dijo “Tus padres te están buscando, no sé cómo consiguieron mi número, pero no puedes desaparecer de esa forma y menos ahí en Ixtepec. Comunícate cuanto antes con ellos, gracias a Dios está bien”.
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A la orilla de las vías, por donde pasa La bestia, se ven unas 50 figuras humanas hechas de alambre y cubiertas con girones de tela. Parece una marcha fantasmagórica de inframundo entrando al albergue. Su función es ubicar a los migrantes hacia donde deben de correr una vez lanzándose de La bestia en movimiento, para escapar de la cacería de sus cuerpos, ya que estos son la materia prima de distintos grupos delictivos.
El estado y la delincuencia tienen una interacción directa, siendo los agresores que han hecho uso de la vida de las personas migrantes. Por ello cuando hay una fuerza frontal que les arrebata su materia prima, como el Padre Alejandro quien agita un avispero de intereses económicos y políticos al señalar los vacíos Estatales y las colisiones criminales, estos responden con amenazas de todo tipo.
Solalinde encarna la valentía de una paradoja donde la debilidad se vuelve fortaleza. Momentos como lo fue la muerte de su compañero y defensor de migrantes, Alberto Doris, quien murió años atrás en un supuesto accidente automovilístico, lo que le hizo responder sin pelos en la lengua y con fuerza, frente a los carteles y al gobierno de Enrique Peña Nieto.
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Cuatro meses después de la misteriosa llamada, dentro de la Torre Tlatelolco en Ciudad de México, vi el rostro de aquella voz por primera vez. Era un hombre atezado de estatura media, con camisa de algodón blanca, anteojos y una cruz de madera que caía en su pecho. Le rodeaban dos escoltas, algunos allegados y unos cuantos interesados de la prensa que habían venido a cubrir el Foro Social Mundial de las Migraciones. Me acerqué con cautela y pedí permiso para dirigirme a él. “me quiero presentar con usted, soy aquella chica cuyos padres buscaban una madrugada y usted les ayudó a encontrarme en su albergue”. Su rostro curtido se iluminó, como quien acaba de descubrir algo. Frunció el ceño y, levantando el dedo índice, me regañó sin pelos en la lengua.
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Texcoco, Ciudad de México, 2011. Está Paco Ignacio Taibo II sentado en una mesa verde junto al Padre Alejandro. “No estás solo, no estás solo”, se escucha al fondo del video. Taibo aclara la garganta y dice: “Yo tengo pocos héroes en este planeta, pero él es uno de ellos. Es de la gente que se juega la vida y convierte en una vocación la defensa de otros seres humanos. Con mi más profundo respeto y para ustedes, Alejandro Solalinde”. De esta manera, Taibo presenta al padre y este comienza su discurso:
“México, o más bien el gobierno mexicano, quiere ser obediente a los intereses de EE.UU. y cuida bien de su traspatio en vez de ser hermanos de nuestros compañeros los centroamericanos…”
Palacio Nacional, Ciudad de México, 7 de septiembre de 2021. En una de las canónicas conferencias matutinas del actual presidente de la República Mexicana, y con grandes pausas entre cada palabra, Andrés Manuel López Obrador habla de la actual situación de detención en la frontera sur del país, lugar donde la Guardia Nacional ha violentado a decenas de migrantes. “Vamos a seguir conteniendo, pero hay que buscar soluciones de fondo”, dice sin más comentarios.
Video Tragaluz, Milenio Noticias, 2020.
—Dios es amor, dice el conductor.
—Dios es amor, responde Solalinde.
—AMLO es amor.
—AMLO es amor.
—AMLO es Dios.
Y con un pelo en la lengua Solalinde responde —AMLO no es Dios, pero es uno de los mejores representantes de él.